



|
|
Angélica Beltrán
Ejido Los Plátanos, Mpio. El Bosque, Chiapas, Méx.,
14 de diciembre de 1998.- El pueblo amaneció triste otra vez. La muerte violenta de uno de sus
habitantes enlutó a la comunidad marcada por la tragedia desde inicios
del presente año, cuando se registraron ocho emboscadas en las que se
perdieron vidas humanas.
Esta vez la víctima fue el niño Sebastián Sánchez Hernández, de 9 años
de edad, que con la ilusión de vender un costal de café que él mismo
sembró y cosechó, salió muy de mañana rumbo a la plaza de los domingos
en el municipio de Bochil; pero a unos metros de su casa, la camioneta
en que viajaba fue interceptado por un grupo armado que perteneció a la
comunidad.
Esta mañana de lluvia tenaz y persistente, los dolientes y gran parte de
la comunidad de Los Plátanos, donde viven cerca de tres mil habitantes,
se reunieron en la plaza principal para realizar una asamblea pública
con autoridades, para discutir los lamentables hechos.
Mientras tanto, en lo alto de la montaña, en la choza que fuera hogar de
Sebastián, familiares, amigos y compañeros velaron su cadáver en un
ataúd de encaje blanco, que permaneció siempre pulcro, a pesar de las
condiciones del lugar, una loma a la que se llega a través de peñascos y
sinuosos caminos de lodo chicloso y resbaladizo.
El ataúd estuvo siempre abierto; la madre y abuela del niño no se
despegaron ni un instante de él y le rezaron en el idioma de ellos, el
tzotzil; y con gritos y lamentos manifestaron el horror de ver a un hijo
muerto.
Los llantos de las mujeres quedaron encerrados en la cabaña fría y
oscura, de dos por dos metros aproximadamente, cuyo piso de tierra se
convertió en un lodazal debido a la insistente lluvia, que como cada año
en esta temporada, baña la zona norte de Chiapas.
La madre de Sebastián, María Hernández Gómez, cargaba en un reboso a su
hija de menos de un año de edad, y ante las preguntas de los periodistas
nacionales y extranjeros que se dieron cita en ese lugar, no supo qué
decir, no había nada qué decir, ni siquiera pudo expresar su sentir
respecto de los autores del crimen.
Una espesa niebla envolvió la casa de techo y paredes de lámina de
cartón donde se celebraron los ritos funerarios. En las afueras de la
choza se sirvió café y comida en abundancia a los visitantes, que se
congregaron a guardar el luto.
Los autores de las emboscadas son, a decir del agente municipal y tío
del finado, Lorenzo Hernández López, parte de las 18 familias que en
abril de este año salieron de Los Plátanos por sentirse relegadas de la
comunidad.
“Ellos simpatizan con el EZLN y en los últimos años no quisieron
participar en las obras de beneficio para la comunidad, como la
construcción de la escuela y la introducción del agua potable. Querían
ser autónomos. Se fueron por su gusto, nadie los corrió, y ahora quieren
vengarse”, declaró Lorenzo Hernández.
Dijo que los zapatistas tenían amenazadas de muerte a 12 personas de la
zona, entre ellas a Felipe López, presidente del Comité de Educación de
la escuela primaria federal del lugar; por el sólo hecho de trabajar por
la comunidad, pues gracias a su gestión ya tenían agua potable.
De acuerdo a ese mismo testimonio, “era a Felipe a quien querían matar
este domingo”, cuando emboscaron a tres camionetas de transporte
público, pero sólo lo hirieron en un brazo y mataron a un inocente. En
la emboscada resultaron también heridos varios de los pasajeros que con
la ilusión de pasear el domingo en la plaza de Bochil, municipio de gran
comercio, salieron alrededor de las 6 de la mañana y abordaron las
camionetas de transporte público.
El agente municipal, Lorenzo Hernández, precisó a los representantes de
los medios de comunicación que los habitantes del lugar estaban muy
molestos porque la prensa los declaraba zapatistas, y eso no era cierto,
“a ellos les avergüenza esa condición”, dijo.
 
"No somos capaces de cargar un arma y matar, somos gente de paz que
quiere trabajar. No queremos dar mal ejemplo a nuestros hijos. Lo triste
es que los criminales son nuestros familiares, y no puede ser que entre
nosotros nos estemos matando", lamentó.
Los 400 ejidatarios de Los Plátanos se dedican al cultivo de café y
maíz; granos que venden regularmente a los comerciantes mayoristas en
Bochil los domingos, día que regularmente salen a pasear, comprar y
vender en la plaza principal de ese municipio, ubicado a unos 40 minutos
de ahí.
Cabe destacar que desde los primeros meses del año, luego de las ocho
emboscadas que ya había sufrido la comunidad, se instaló un cuartel de
la seguridad pública en el lugar, a fin de que los policías escoltaran a
los pobladores en esa brecha de siete kilómetros de camino de terracería
que separa al ejido de la carretera. Sin embargo, esta vez, los
campesinos eufóricos por la alegría de pasear, salieron antes de la
primera escolta que inicia su trabajo a las 6:30 de la mañana, por lo
que no contaron con la seguridad que han procurado las autoridades.
 
Fotos: Bruno Cortés. |