Por Fin. La Guía del
ocio/
Suplemento de
El Universal
Angélica
Beltrán
Al caer
la tarde del día 2 de noviembre el pueblo de San Andrés Mixquic se encamina al
camposanto con cirios encendidos, flores de cempasúchil, nube, pata de león y
azucenas; comida y jorongos. Una vez ahí, cada cual levanta un pequeño altar en
la sepultura de su ser querido. Esta noche emprenden su camino de regreso al más
allá las almas de los difuntos, que ya visitaron a quienes los mantienen vivos
en el recuerdo y a través de nuestras tradiciones, que a pesar de todo, no se
pierden.
San Andrés Mixquic, uno de los
siete pueblos de la Delegación Tláhuac, que se caracteriza por el culto que
rinde a sus muertos celebra la llegada de los santos difuntos a partir del 31 de
octubre, con feria y puestos de antojitos en sus calles, así como con la velada
en el camposanto, la que dura toda la noche y es amenizada con música, cantos y
oraciones.
Al pardear la tarde del día 2,
el cementerio se llena de lucecitas que destellan por doquier, y las agita un
viento que recorre el lugar y amenaza con apagarlas; pero ninguna languidece,
los espíritus lo mantienen todo iluminado.
El canto y las oraciones
amenizan las horas en el cementero, en medio del frío y el bullicio de todo el
pueblo que está de fiesta. Hay mucho movimiento, la gente va y viene de una
sepultura a otra, pues en el pueblo la mayoría son familiares o amigos cercanos
que comparten el cariño por los mismos difuntos. Aunque luego de las visitas de
cortesía, se aprecian pequeños y compactos grupos en cada lápida.
Las mujeres con rebozos que
cubren sus cabezas entonan salmos que ofrecen con devoción a las ánimas que han
iniciado su retorno. Los hombres se sientan en las tumbas o sillitas de madera
que forma parte de los enseres que llevan al camposanto, y platican con sus
difuntos o simplemente oran en silencio.
Algunos contratan músicos
huapangueros o marichis, otros llevan sus grabadoras y con discos y cintas
amenizan la velada, y todo en ese momento es fiesta: niños, jóvenes y adultos,
toda la familia va al reencuentro con sus muertos.
No falta la comida y la bebida
para todos; es el momento de la comunión entre la vida y la muerte, entre lo
material y lo espiritual. La música proveniente de cada sepultura se deja
escuchar. Hay vida en el lugar de los muertos, hay convivencia. Los niños corren
por todos los pasillos del cementerio, los hombres beben y las mujeres sirven
los alimentos.
Toda una velada de flor y
canto, de olor a incienso, a nardos y cempasúchil. Las horas nocturnas en el
cementerio transcurren ligeras. El pueblo entero convive toda la noche
recibiendo y honrando a los difuntos familiares y conocidos, para quienes les
dispusieron una ofrenda un cirio encendido por cada alma que se recuerda, a la
que le ofrece la comida que este año haya dispuesto dios.
Hay quienes encienden un cirio
y colocan una ofrenda para todas las ánimas que no tienen a dónde llegar, pues
murieron en un accidente y no tuvieron una sepultura. Para todos esos difuntos
en Mixquic nunca falta una lucecita, un taquito y un lugar a donde descansar.
Dos días antes de la Alumbrada, como se le llama
a este ritual en el cementerio, 31 de octubre, en punto del mediodía, da
comienzo la fiesta de Todos los Santos con el repicar de las doce campanas en
la parroquia de San Andrés Apóstol, las que anuncian la llegada de los
angelitos, los niños difuntos.
Para esto, los pobladores ya colocaron su
respectiva ofrenda con tamales de dulce, golosinas y juguetes para las ánimas de
los niños difuntos; lavaron y repintaron paredes, puertas y ventanas, colocaron
un farol a la entrada de sus casas y regaron pétalos de cempasúchil desde la
puerta de cada vivienda hasta donde está la ofrenda, a fin de iluminar y
señalarle el camino a los ánimas.
Al otro día, 1 de noviembre, nuevamente con 12
campanadas se anuncia que ya se van los angelitos; y con un treceavo repique se
avisa la llegada de los difuntos adultos.
Para el 2 de noviembre, a las 8 de la mañana se
sirve el desayuno a los adultos muertos, como se hizo con los niños. A las 12
del día se sirve la comida y a esa misma hora se despiden las ánimas con el
toque de las campanas parroquiales.
Para finalizar el rito, al pardear la tarde del
día 2 de noviembre, se inicia La Iluminación o alumbrada, el
momento más vistoso y espectacular de la fiesta de Día de Muertos en Mixquic. Es
la concentración del pueblo en el cementerio donde se les despide a los
difuntos, habiendo llegado nuevamente al lugar donde moran, el camposanto.
Esta celebración es tan concurrida, que se han
establecido rutas especiales de autobuses que dan servicio gratuito todo el día
y la noche del 2 de noviembre. Salen del metro Taxqueña o del centro de Tláhuac
y Xochimilco, hasta el pueblo y cementerio de Mixquic.
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