28 de octubre de 2005

 

 

HISTORIA DE LAS MUJERES

 EN LA HISTORIA

 

Se hablaba mucho de las mujeres; pero ¿qué es lo realmente sabemos de ellas?

Georges Duby, historiador francés.

Angélica Beltrán

            La presencia de la mujer en la historia es escasa; no así en el cine, la novela o la poesía, donde la figura femenina juega un papel central.  Desde los primeros cronistas que dejaron testimonio de los acontecimientos de la sociedad hasta hace apenas poco más de tres décadas, el enfoque histórico nunca había apuntado hacia el conocimiento de la población femenina.

            Desde sus inicios, hasta ya establecida la historia como una ciencia social, la mujer fue invisible para los ojos de los grandes historiadores; es hasta la década de los años 70 del siglo XX, cuando el movimiento feminista despertó un amplio interés por el análisis y la comprensión de lo que concierne directamente a ellas.

            La mujer habían pasado desapercibida para los estudiosos de la Historia; su papel había sido considerado secundario en la sociedad; y por lo tanto, intrascendente como para volver la vista hacia sus actividades, sus pensamientos, sus vidas.

Toda vez que el relato de los hechos históricos, centrado en su primer momento en  el tratamiento de las cuestiones políticas y la narración de batallas, amplió se campo de visón y agregó a la disciplina, el estudio de la vida material, la vida privada y la sexualidad, a fin de comprender mejor el curso de la humanidad a través de los tiempos.

Las primeras investigaciones que se realizaron dentro de instituciones universitarias que se abocan a conocer a la mujer, las encontramos  en Francia en la década de los 70. La obra más destacada es la que coordinó Georges Duby, --renombrado historiador francés, especialista del tema de la Edad Media—, se tituló  La historia de las mujeres en Occidente.

Es también en la década de los 70 cuando se reconoce la importante contribución de las mujeres en los cambios sociales; ante lo cual ya no son vistas como sujetos pasivos, sino como agentes activos que hacen cambiar el curso de la historia.

El estudio de la mujer dentro de la Historia se añade desde entonces al amplio campo de esa disciplina.

            Asimismo, en esa década aparecieron antologías de obras históricas, en cuya introducción los compiladores evaluaron el potencial de una historia de las mujeres. Para América Latina: Mujeres Latinoamericana: Perspectivas históricas de Asunción Lavrin es la obra más importante en ese rubro.

Los estudios pioneros sobre la historia de las mujeres en la academia los encontramos, como ya se dijo, en las universidades francesas con Georges Duby y Michelle Perrot; así como en las de Estados Unidos, con Joan Scott y Louise Tilly.

            Las indagaciones en torno a la vida de las mujeres han tenido diversas etapas; en las primeras se perciben ciertas debilidades enfatizadas en la predilección por el estudio del cuerpo femenino, la sexualidad, la maternidad y la psicología femeninas, como elementos primarios y hasta únicos para conocerlas.

            La gran mayoría de esos primeros estudios hacen un marcado señalamiento de las distinciones que generan las diferencias sexuales; distinciones que son consideradas, bajo este enfoque, elementos claves para conocer la posición que ocupa el hombre, por una parte, y la mujer, por otra, en una sociedad.

Esto, porque es a partir del género (femenino-masculino) que se asignan roles de trabajo y de conductas en cada grupo social, debido al cual se produce un sistema de jerarquías donde el hombre domina a la mujer.

            Ante este tajante señalamiento se percibe poca solidez en el estudio; ya que se da por hecho el dominio del hombre y la consiguiente opresión de la mujer, sin detenerse en el análisis de esa dialéctica que se genera entre ambos sexos, a través de la historia general de las relaciones humanas.

            En un segundo momento de esas investigaciones, se cae en la auto fascinación por el estudio del sufrimiento de las mujeres; y se explota una situación de sumisión y silencio en que han estado las féminas dentro del ámbito familiar.

            Ambos momentos se insertan en la primera etapa del estudio de la mujer, la etapa militante, cuando los temas a tratar se centraron en el movimiento feminista y las asociaciones de mujeres en su lucha por la emancipación femenina.

Sin embargo, y de acuerdo a la apreciación de la historiadora Arlette Farge, en todos esos casos es notoria una ignorancia de la historia del feminismo y su articulación con la historia política y social.

De ahí la importancia del trabajo de Georges Duby, que explora en La historia de las mujeres en Occidente los vínculos entre los mundos social y cultural, y entre el real y el imaginario; el imaginario, referido al conjunto de imágenes con que cada grupo histórico –en este caso las mujeres-  representan su propia realidad.

Ya desde los años 30 del siglo pasado, aún sin mucho eco,  la investigadora Mary Beard, insistía en la importancia de ver el pasado a través de los ojos de las mujeres; esto porque desde aquellos tiempos se reconocía una diferencia notoria entre la manera de ver de los hombres y la de las mujeres. Su escrito más famoso al respecto es América a través de los ojos de las mujeres.

Lo importante era conocer la idea que tenían las mujeres de sí mismas y de su papel en la sociedad; sin que mediara en ésta la percepción de los hombres respecto de los pensamientos y sentimientos de las féminas. Para ello era importante revisar fuentes tales como correspondencia, diarios y novelas escritas por mujeres, entre otros documentos.

 

 

Clasificación cultural de los sexos

 

            Al identificar la presencia de las mujeres en lugares, instancias y papeles que les son propios, se pone al descubierto una nueva manera de revisar diferentes instancias para conocer a las mujeres, y se deja de lado la visión de las rivalidades entre los sexos.

            En los años 80 las investigaciones sobre la mujer maduran; ahora se inserta un elemento más neutral y real,  la complementariedad entre el hombre y la mujer; no obstante, se conoce que a pesar de esta complementariedad, reina aún un sistema  jerárquico que favorece al hombre.

           

A través del estudio de los lugares que les son propios a cada género, se enfatiza el hecho de que: mientras los modos de sociabilidad exclusivos del mundo masculino se realizan en lugares para el ocio: cantinas, cabarets, partidas de caza, etc.; los de la mujer son de trabajo, y se ubican en el lavadero, la cocina, el mercado y la casa.

            Asimismo, mientras que las tareas como la preparación de alimentos, lavado de la ropa y el cuidado de los niños son casi exclusivos de la mujer, donde ella se las arregla sola; en los trabajos que realizan los hombres se requiere casi siempre de la ayuda de las mujeres.

Si bien la complementariedad es una realidad en que la asociación de la mujer y el hombre se muestra necesaria, oculta su contenido jerárquico de valores. Esta son algunas de las conclusiones a las que se llegan en una nueva etapa de dichas investigaciones.

            Por ejemplo, la sociedad campesina codifica y valoriza de modo diferente esta complementariedad técnica, “labrar-sembrar” (tareas que realizan los varones) son trabajos nobles, y “desyerbar-cosechar” trabajos subalternos (tareas que realizan las mujeres). Asimismo, en la familia urbana el trabajo fuera de casa, en un una fábrica u oficina, tiene mayor valor que la labor doméstica, que además de no ser remunerada, no es considerada ni siquiera trabajo.

            Ante esta situación, los estudios que han seguido sugieren que se tenga en cuenta no sólo la división técnica de las tareas, sino también los valores y los símbolos que se les atribuyen.

            A partir de una definición cultural de los espacios masculino y femenino se construiría un equilibrio real y simbólico entre dos mundos de los que estarían excluidos enfrentamientos y violencias.

El enfoque que destaca la dominación masculina sobre la opresión femenina, que hasta entonces subyacía en esos estudios, deja de ser él único parámetro para conocer las relaciones de pareja.

En las últimas investigaciones se ha logrado ver, de entre todo ese escenario de rivalidad entre hombre-mujer y de sufrimiento de las mujeres, la real existencia del poder de las mujeres dentro de su núcleo familiar y por ende dentro de su entorno social.

Ya que si estas realizan prácticas destinadas a ayudar a la comunidad, se hace evidente que tienen, en efecto, un poder dentro del ámbito en que se desenvuelven. Así también, bajo esta misma óptica, el poder de las mujeres lo encontramos en la cocina, en la educación de los hijos, en el cuidado de la casa y en el mercado; entre otros tantos lugares donde ellas llevan la batuta.

            Este enfoque, de mediados de la década de los 80, sobre el poder femenino, representa un nuevo avance en el conocimiento de las mujeres; ya que si bien los campos donde se desenvuelven era vistos como intrascendentes, son en realidad los más importantes para la vida material y desarrollo de una sociedad: la preparación de los alimentos, el cuidado de la casa y de los hijos, entre otros.

Ya no es válido hablar de una historia de mujeres

 

            Ya considerada como reduccionista la visión que atiende sólo la rivalidad de los sexos y estudia a la mujer extrayéndola de su mundo, de su sociedad; en las más recientes investigaciones se plantea la necesidad de estudiar a las mujeres dentro de una historia de relaciones humanas, ya que ellas se encuentran en constante relación con hombres, niños y otras mujeres; en función de lo cual: su comportamiento, su sentir y su visión del mundo.

           

            En los últimos estudios al respecto ha quedado establecido, como una prioridad, que las mujeres deben ser estudiadas en función de las  relaciones que establecen con los miembros de su comunidad, en tanto seres sociales que se desarrollan, viven y participan dentro de un contexto histórico, a través de relaciones humanas; por lo tanto, ya no sería muy útil hablar de una historia sólo de mujeres.

               

 

Este sitio se actualizó por última vez el 07 de agosto de 2005